Fragmento de mi entrada "Diario de tus instintos olvidados".

Y a solas, cada cuerpo compone su réquiem.Un llanto por la mitad perdida. Una lágrima por cada gota de sudor compartida. Una SONRISA por cada risa que inundó la partida.

El acto desesperado de amar lo que no tenemos. El acto desesperado de amar.
Amar desesperados ese acto.
Y desesperados sucumbir al amar.

(Fragmento de mi entrada "Diario de tus instintos olvidados".)

jueves, 25 de febrero de 2010

Gotas suicidas


Hoy no me apetece escribir nada trascendental. Hoy no me apetece vomitar aquí un tema "irresolbible" de esos que merodean por mi cabeza a todas horas. Y puede que sea porque llevo un par de días con la parte de mi cerebro que se encarga de esas cosas de vacaciones.
El resto de mi cerebro está de fiesta.
Hoy, no se, me apetece escribir sin más. Por el puro placer de escribir. El placer es mío. Encantada.

Hoy me apetece escribir algo absurdo. Lo siento. Algo sin más. Algo sin más de un miércoles de febrero. No tengo ninguna intención. Tampoco la escondo. Ni la busco.
Hoy solo me apetece. Sin más.

Salía con Lidia de la biblio de Teleco. De hacer que estudiamos. Son las 10 y pico de la noche. Vamos hablando de nada demasiado importante, y eso me gusta. Se abren las puertas de salida de la facultad.

-No jodas.

Llovía a cantaros. Jarreaba, que se dice. Nos miramos. Las 2 con la chupa.
La más chulas, claro que sí.
[ ...y entonces recuerdo:
-Sara cariño, creo que hoy es mejor que no te lleves la chupa. Va a llover. Y no se puede mojar, ya lo sabes, y con lo que la quieres luego te quejas...
Oía hablar a mi madre. Pero no la escuchaba.
-¿Llover mamá?-miro por la ventana de la terraza-¿Qué dices? Pero, ¿tú has visto que cielo más despejado hace hoy?
-Mira, que tú en cuanto sale un poco el sol ya te pones tirantes... Va a llover. Ya te lo digo.

La doy un beso fugaz en su mejilla, me cuelgo de mala forma la mochila, agarro con los dientes lo que me queda de mandarina, en una mano música, en la otra Rimbaud. Doy un portazo. Como todas las mañanas. No he hecho caso. Como todos los días. ]

-Vaya, mi madre tenía razón. ¿Cómo cojones lo hace? Acierta más que los de la tele.

No tenemos paraguas, ni capucha. Yo tengo mi pañuelo violeta. Me lo pongo intentando envolver mis rizos. Lidia empieza a reírse. Yo también. Se acerca ayudarme. Vaya, gracias, ahora parezco doña Rogelia. Salimos a la lluvia. Miles de gotitas agujerean nuestra cabeza. Mi risa ya es patente del todo. Lo del pañuelo es una gilipollez. Lidia se va a su parada y entre el agua se despide, no logro saber que me ha dicho, pero me lo imagino,siempre se despide igual:

-¡Cuando llegues a casa conéctate zorrita!

Me quito el pañuelo. ¿Qué más da mojarse? Empiezo a disfrutar de la lluvia.
Hacía tiempo que no me dejaba mojar entera, y encima no hacía mucho frío. Lluvia y sin frío, perfecto. No recordaba lo mucho que disfruto con ello.
Eso solía hacerlo en Burgos hace unos meses, cuando estábamos en Fuentes Blancas, con las bicis, los primos, y empezaba a llover.
Ir en bici por el campo mientras llueve, vaya como lo echo de menos...
Llegar empapada a casa.

Llevo a nuestra uni a la izquierda, no hay nadie por la calle. Solo yo. Y empiezo a notar como el flequillo empieza a rizarse. Genial, ahora tendré tirabuzones en la frente. Voy pisando todos los charcos. Ya que estamos...
Cruzo la calle y llego a mi parada del bus. Siempre está llena. Las escaleras de Biología también. Y ahora el único indicio soy yo. No me pongo debajo. Me quedo fuera. El pelo ya me cae por la espalda chorreando.

Me gusta ese ese instante que dices ¿me mojo?
Claro que sí.
Y una vez bajo la lluvia todo parece más fácil. Es curioso como el simple hecho de empaparse un miércoles de febrero tiene la cualidad de llevarse los males. Es como si la lluvia me limpiara el alma. Como si estuviese llena de pintura, me mojase y se fuese con ella. Nude. Llévatela. No la quiero.

Miro al cielo. Con los ojos cerrados. Las gotas se peleaban por llegar las primeras a mi rostro. Notaba como alguna despistada se quedaba enredada en mis pestañas, justo ahí, colgada, a punto de morir, a punto de caer, de pasar a formar parte del charco que hay en mis pies. Parpadeo a posta. En unos milisegundos noto como todo mi ojo nota el enfado de esa gotita porque sabe que la he matado. Los abro de nuevo. Ya no está.
¿Quién quiere ser la próxima?

El autobús ya está aquí. Solo para mí. El autobusero me mira. Supongo, ahí parada, pudiendo estar a resguardo. Tranquila. Impasible. Mojada. Para mirar. Para disfrutar.

-Buenas noches. Sonrío. Pico.
-Buenas.

Me quedaría a charlar con él, pero no parece muy amigable. Pobre hombre a las 10:20 de la noche, conduciendo, solo. Me dan ganas de preguntarle por qué no tiene música. En fin.

Me siento. Intento ver algo por la ventana. Pero fuera está tan oscuro y dentro tan luminoso que lo único que veo por el cristal es mi reflejo. Mi. Nota musical.
Cuando bajo voy caminando tranquilamente. un grupo de chicas pasa corriendo a mi lado, chillan ¿por qué? Que es solo agua. Princesitas.

Alguien me sonríe. Pablo. Mi amigo de la infancia. El que juega al baloncesto, el guaperas de nuestro grupo. Viene de entrenar. No me sorprende. Tampoco que venga con la misma parsimonia por la calle que yo, tiene todo el pelo mojado. La gente mojada es más guapa. También es mi vecino de calle, así que andamos juntos en la noche.

Bajo la lluvia hablamos de cosas poco importantes y eso me gusta.

Por un momento olvido que llueve. Solo el agua chorreándole por la cara me lo indica. Él hace rato que olvidó que llovía, pero se lo recuerda mi pelo mojado, mi cara.

Llegamos a mi portal. No ha perdido la vieja costumbre de acompañarme hasta abajo. Hay cosas que nunca cambian. Seguimos hablando. No nos cobijamos. Podríamos. Llevaba llaves. Se nos hacen las 11. Me pesa todo el cuerpo. Tengo hambre. Y se me han acabado las mandarinas.

-Vámonos ya. Que al final explotamos por turgencia celular...

No se ríe. No me extraña. No tiene gracia. Eso, o que como es de letras no entiende. La B, seguro.
Me da un beso en mi empapada mejilla. Me grita algo, no le oigo bien, pero conociéndole, me lo imagino, siempre se despide igual:

-Me alegro de verte Sarandonga. Siempre.

Al final todos nos despedimos igual. Al final llego a casa. Me abre mi madre. Suelto una carcajada. La imito con su voz:

-¿Lo ves? Te lo dije Sara. Procura no mojar mucho...
-Muy graciosa, hija. Anda venga, si es que al final, siempre haces que todo te parezca divertido. Espero que los resfriados también te lo parezcan.
Ahora me sonríe ella.
Ahora me pica un poco la garganta. Me echo la miel con disimulo, tengo mi orgullo. Ella lo sabe. Yo se que lo sabe. Ella, no se cómo lo hace, pero lo sabe todo. Siempre.

Me di una ducha. Vi la peli de rigor de cada noche, tocaba Descubriendo Nunca Jamás. Maravillosa. Palomitas algo quemadas. Me conecté, zorrita. Me fui a dormir.

¿Dónde estará ahora esa gota que suicidé? ¿Me guardará rencor? ¿Estará ya en el mar?
¿O formaba parte del vaso de agua de hoy de la hora de bioquímica con el que me he atragantado?
No, las gotas de lluvia son demasiado transparentes para guardar rencor. Transparente. Me despido. Y yo no tengo un saludo siempre igual. No me despedido siempre igual. Debería buscarme uno. Para que cuando te grite bajo la lluvia tu también puedas imaginártelo. Siempre.

Y todo esto para decir que me gusta mojarme bajo la lluvia...

domingo, 21 de febrero de 2010

Hija de la revolución


Ayer me di cuenta. No se que me pasó anoche por mi mente.
On My Mind, como dirían los Sunday Drivers.
Pero algo se ha caído dentro de mí, que no roto. Empezaba a ser insoportable joder. No tengo paciencia. Todo o nada.

Porque "hoy todo lo demás está de menos".
Porque no se que me ha pasado. Estaba callada, tierna. No. Siempre he sido hija de la revolución. Me gusta cuando me llamas así. ¿Dónde estarás ahora? ¿Qué dirías si me vieses ahora? Creo que lo se:

-Hola reina. Hola hija de la revolución.

Y como hacía en su momento, ahora sonrío. Pero la alegría no llega hasta mis ojos, porque la alegría no está en la sonrisa. Todos somos capaces de estirar los labios y enseñar los dientes.
Pero hoy me la suda. Hoy me he levantado y no había nadie. De viaje. Yo afónica. No me gusta sentirme tan débil. Quiero salir a jugar con los demás niños mamá.

Habéis subido a verme. Tú te has dedicado a mirarme como me bebía la cerveza. Sí, hoy he desayunado cerveza. Se que es una gilipollez. Me da igual. Te has dedicado a mirarme. Sabía que lo estaba haciendo. Además estabas buscando algo. Algo dentro de mí.
Me encanta como eres capaz de saber lo que soy. Además cuando te preocupas nada te distrae. Mientra yo miraba por la ventana he sido consciente que aun andaba con mi viejo camisón naranja medio roto, he sonreído al pensar que tú no te habrías dado ni cuenta.
Ni cuenta de que la raja deja ver más pierna de lo normal. He sonreído al saber que no lo ibas a ver.
¿Qué estabas buscando? Estoy aquí, hoy más transparente que nunca, mi ausente sonrisa me delata. Te has levantado y me has obligado a mirarte. Has visto la oscuridad en mis ojos. Pero no es la primera vez que la ves, ¿verdad? Ya ha pasado un par de veces antes. Y entonces has sabido lo que ha pasado. Me has cogido en brazos y me has abrazado. Después me has estado haciendo una trenza, mientras me acababa la cerveza.
No te he ofrecido una. Lo siento. No me acordado.

Después he ido al baño algo más centrada. Tú lo has notado.
Me has visto la raja de la pierna. has subido interesado una comisura de un labio, y una ceja. Siempre haces lo mismo. ¿Cuánto hará que nos conocemos?

En el baño me he asustado. Desgarbada, blanca, todo rizos, los ojos enormes por el sueño, o la falta de él, los labios demasiado rojos por el roce de la cerveza, mi nariz, si, esa que tanto le gusta a Fano. He apagado la luz y me he ido de allí, no echaban nada interesante. no me gusta mirarme al espejo. Como a las 5 de la mañana. ¿Qué tendrá las 5 de la mañana? Hora crítica.

Me he recordado a Juno. Impertinente. Soez. Inconformista. Yo también tendría el bebé.

Ahí estaba yo. Destartalada. Humana. No soy ninguna diosa. No pretendo serlo. Tú te crees ser un dios. Pero es normal, no paran de llamarte del Olimpo para que vayas. Capullo. Pues yo no. Porque no voy a intentar aparentar más pecho del que tengo. Voy a seguir sin maquillarme. Voy a seguir vistiendo como a mí me de la gana. Yo soy lo que a mí me de la gana. Tu también deberías. Olvídate del resto. De lo que te dicen. Lo que dicen. Porque a mí me da igual. Porque yo me conformo con ser hija de la revolución. Porque voy a seguir sin peinarme.

Porque no quiero ser ninguna diosa. Nunca.

Y es por esta actitud que me he llevado alguna que otra ostia, pero es también por esta actitud precisamente que me he ahorrado otras muchas. Y seguiré plantando cara a lo que sea. Voy.

Y me has dicho que lo que hace que una persona recuerde quién es, es recordando su primera vez. Me has dicho que lo recuerde. Que recuerde lo primero. Pero, primero ¿me acordaré?
Al parecer sí.

Mi primer balón de fútbol, era rojo.
Mi primer baile, fue tardío, no llevaba muy bien eso de ponerme tacones. No he mejorado en eso. Y no creo que lo haga.
Mi primer suspenso, vaya eso fue antes de los tacones seguro.
Mi primera "mejor amiga", que pequeñas éramos, vaya... si que resultó ser una gilipollas. Es increíble como crees conocer a alguien y al tiempo...
Mi primer libro, eso es lo primero de todo, desde pequeñita ya me gustaba leer. Mi primer diario, lo tiré a la semana, no soy nada constante.
¡Oh vaya! Mi primer cuadro, eso si me ha hecho sonreír. Y esta vez la alegría me ha llegado a los ojos.
Mi primer beso, en la piscina. ¿Cómo se llamaba él? ¿Y yo? Me acuerdo que era rubio.
Mis amigos, de los de verdad. Mis almitas personales, que ya no se inmutan cuando propongo planes culturales o saco mandarinas de lugares insospechados. Me gustan las mandarinas.
Esa plaza, donde Diego me robó el primero de mil besos. Esa plaza, donde no he vuelto a ir. Buenos ratos, malos recuerdos.
Mi primer grano. Aun no ha llegado el último.
Mi primera discoteca.
Mi primer viaje al extranjero.
Mi primer... madre, que de primeros hay en nuestras vidas. y que poco pensamos en ellos.

Cuando he acabado me has vuelto alzar la barbilla. Ahora me sentía más niña. Más tranquila. Ya recordé quién soy. Una gilipollas. Una gilipollas viva. Y sabía que esto pasaría, pero forma parte de este fascinante juego llamado vida. Y pienso seguir jugando. Pienso seguir soñando. Slatarme las clases si es por una buena causa, como es ir a la cafetería. Arriesgarme y montarme en un autocar lleno de universitarios con Blanca rumbo a Ibiza. Coger tu moto, a sabiendas que aun no le he pillado el truco. Viajar sin un duro, porque es así como se viaja. Seguiré escapándome de casa si es por una buena causa, cualquiera que merezca la pena. Un concierto salvaje. Cualquiera. Seguiré haciendo cualquier cosa que me haga sentir que por mis venas corre sangre. Vida. Porque la vida es un rato, y es el tiempo que tengo para estar contigo.

Y me encantaría escribir aquí que es eso que me pasa, pero es mejor que no lo sepas. Simplemente me relaja escribir. Simplemente lo hago para que cada vez que lea esto me acuerde. Lo recuerde. Para evitarlo. Para saber que me volverá a pasar. Desde ahora.

Te has marchado. Me has dado un beso en la frente, como siempre. Me has dejado un par de discos, ya los he oído, la próxima vez que nos veamos te lo doy.
Por cierto, a ver si la próxima, el de los Clearwater Revival me lo traes original...

Ya está. Tomé la decisión. Y ahora estoy bien. Ahora se que siempre voy a ser hija de la revolución. Y eso me basta.




viernes, 19 de febrero de 2010

ALMAS


Almas. No me voy a poner metafísica. No voy a entrar en discusión. Yo creo que tenemos alma. De hecho, insisto, LO CREO. Mira que no se muchas cosas, dudo, pero hay unas cuantas en esta vida que se, bueno intuyo, siento, porque yo saber saber no se nada, me guío por mis 5 sentidos, y por los otros 5 también, y me hacen sentir, intuir, que tienes alma. Tú. Todos. Me da igual que religión procesas, o si no sigues ninguna. Todos.

Y hace un par de días te leí. Pusiste dos palabras. Suficientes. Y desde entonces las tengo en la cabeza. Pensándolas. Gracias, aunque te parezca extraño.

Y me pregunto por ese alma gemela que dicen que tenemos. Pero, yo necesito, y no lo digo a priori de saber la respuesta, porque no la se, ¿qué es un alma gemela? Define con tus palabras. Me encanta eso de "define con tus palabras"

...

...

Y primeramente, quiero dejar claro que pensaba escribir esto desde mi punto de vista. Pero no. Lo voy hacer desde el mío. Desde el tuyo. Desde el de él. Voy a despistar para que no sepas que es lo que opino finalmente, hasta el final. Aunque, siempre se me acaba pillando. Aunque, al final, todos opinamos lo mismo.

Vale, me autorespondo...

...

...

... seguramente hablamos de lo mismo. Creo que el término es complementaria. Alma complementaria. Gemela me hace suponer que sería igual, igual que el otro alma en cuestión, pero ¿igual? ¿Hemos pensado la indiscriminación con la que usamos ese término? Y lo bueno, o lo malo, es que es un término transparente, es lo que significa, significa lo que es. Es de esas palabras que te dicen "defínemela", y aunque mentalmente trates de buscar una definición que no contenga ya en sí la palabra, inevitablemente me sale: " ¿Igual? Pues eso, que algo, que dos cosas son igu... digo, que son muy parecidas, que son tan perecidas que son...¡joder!" Y en "joder" no me sale un sinónimo. Un sinónimo que sea igual.

Dos almas gemelas, en sí, me indican dos cosas: que son iguales y que son dos. Con lo primero, es así, pero no estoy de acuerdo, creo... Me explico. ¿Iguales? Es bonito, sí. No puedo negarlo, llegar a ese punto en que dos personas se conocen así... Pero, que te conozca tanto, tanto que llegue un momento en que yo me preguntaría... ¿Dónde está ese margen de error que tanto me gusta? ¿Dónde está la improvisación? El mirar a esa persona, pasado un tiempo, y que tu creías que ya la conocías (suponiendo que se pueda llegar a conocer a alguien del todo, lo cual dudo también, yo soy más de pasarme una vida conociéndola), con admiración porque ha hecho algo que no te esperabas, que la otra persona cada día te sorprenda con algo, bueno o malo, discutir. Sonreír estupefacta, sorprendida. Echaría de menos discutir. Y no en el sentido estricto de la palabra, que yo soy de discutir cero, pero quiero decir, tonterías. Enfadarse. Reconciliarse. Diferencia. Atracción. Complementariedad. Entendimiento. Osease, que me tenga intrigada, hasta el final. Que no sepa las cosas. Que no esté segura de que es ella. Que lo sospeche. Que lo sienta. Que lo intuya. Que no lo sepa nunca. Nunca, hasta el final. Y al final, saberlo. Y que aun así, a pesar de la intuición, sorprenderme de nuevo. Laberinto de emociones.

Y se que lo que estás pensando, que todo eso lo pueden hacer las almas gemelas. Argh. Y me sacarías un superargumento, y yo te daría la razón, y te preguntarás por qué, porque es tuya, y eso me basta, con estas cosas no hay una verdad modelo. Cada uno tenemos nuestra verdad. ¿Verdad con Z? Y basta con que sea tu verdad. Y la mía, creo, insisto, es que lo de la palabra gemela no me gusta. Igual que no me gustaría tener una gemela. Más rizos en el cepillo por la mañana.


¡Ah! Se me olvidaba lo otro que me inspira, el "dos". Decir almas gemelas, hace que frunza el ceño. En el fondo, todo lo que he dicho hasta ahora me hace fruncir el ceño, de miedo. ¿Solo dos? eso da muchos problemas. ¿Y qué pasa si tu alma gemela ha nacido en otra ciudad? ¿En otro país? ¿Que pasaría? Siendo probabilística, más de la mitad de la gente no la conocería nunca. Que triste... La situación espaciotemporal. Bueno, del tiempo no voy hablar. Así que me centraré en el presente, que es lo único que me importa del tiempo. Voy a centrarme en el espacio. Y si tu alma gemela vive, yo que se, ¿Islandia? por poner un ejemplo realista... Que no está en tu entorno, vamos. Y no lo sabes, ¿cómo diablos quieres saberlo? No puedes. Olvídalo. Y como no lo sabemos suponemos, nos autoconvencermos insconscientemente, de que está aquí. me parece bien. Solo faltaba que nos rayásemos con eso. Ni hablar.

De hecho, si no está aquí, lo estará. O por contra, tu llegarás a estar es su "aquí". Si no estamos ya.

Seguimos. Así que ¿qué hacemos con la barrera del espacio? Destruirla, obviamente. Pero ¿cómo? ¿cómo haremos para encontrarnos con ella? ¿Buscándola? No. Vuelves a precipitarte. Dejando que aparezca. Que te encuentre. Que espontáneamente te encuentre. Aparecerá. Para eso es ESE alma, ¿no? Si de verdad es ese alma, pasará que a medida el tiempo sea más grande el espacio que os separa sea más pequeño, tu estás con cierta gente por afinidad, porque te encuentras a gusto con ellas, estás en unas movidas porque forman parte de tí, vas a ciertos sitios porque te llaman la atención, estudias una cosa, y no otra, porque es lo que te gusta, o al menos de lo que más te gusta, pues al final, necesariamente, los grupos se irán acercando. ESE alma también, vendrá sola, sin saberlo, se me ocurren mil ejemplos de cómo acabarían encontrándose, ninguno lo suficientemente suficiente como para ponerlo aquí. e ahí la solución para los que tengan a su alma gemela/complementaria lejos. Sonrían.

Acabarán por chocarse.

En el vagón de algún tren.

Asegúrate de llevar sugus de colores en los bolsillos. Me encantan los sugus.

Ahora, con los que la tienen acá. Lo más importante. ¿Qué pasa si crees que la has encontrado? Si estás convencido de ello. Pero ESE alma parece no haberse inmutado contigo. ¿Suponemos que se dará cuenta? Pero estamos convencidos de que es ella ¿Por qué cojones no me grita? Espera, no me ha visto. Ahora... Jumm. Todo sigue igual. ¿Qué hago? ¿Sufrir? Puede que sí. Sí. Es lo más probable. Porque si suponemos que solo hay una, y crees haberla encontrado, pero ella parece no haberse dado cuenta debe ser frustrante. De hecho, es muy frustrante. Pero, de verdad ¿qué hago? Lo mismo estoy equivocada, no te digo que no. Pero para eso está la intuición, la sospecha. Y yo me fio bastante de mí. Me conozco. Pero ¡joder! Si es mi gemela, dado que yo por tanto lo soy de ella, ella también debería percatarse, ¿no? ¿NO? Pero no lo hace. Entonces… ¿Estoy equivocada? ¿Es eso?

Sin embargo, tomemos el término complementaria. Me inspira dos cosas también: piezas de puzzle, indeterminación indeterminada. ¿Qué es algo coplementario? Algo que encaja, que sencillamente, suavemente, se desliza sin esfuerzo y encaja. Con lo que tenga que encajar, por supuesto. Tan sencillo como un puzzle. Hace mucho que no hago un puzzle, ahora que lo pienso. Este finde. Pero esta vez ese de 1500 piezas. El de la foto de un parque.

Sencillo. Un alma que llega a calmarte. Complementarte. Hacerte sentir que no estás solo, nunca lo estamos en realidad, míranos; que todo lo que te falta, ella lo tiene, aunque no lo sabe; lo que careces, lo pone; lo que fallas, te lo quiere; lo que dejas en blanco, ella lo pinta; donde tu pones un punto, ella añade dos más. No lo sabes. No sabes que es ella. Puedes sospecharlo. Miedo. Por supuesto. Es tu pieza de puzzle. Y no lo vas a saber. Hasta el final. Es lo malo de este término. ¿Eres paciente? Yo no, y eso no es bueno. Eso es lo que me gusta de lo complementario. Que al principio no encaja. Insisto, como la pieza, la miras y piensas, “azul, azul antipático =P, puede ser de una parte del cielo. Ah, pues no. Es del reflejo del cielo en el lago. Este puzzle del parque me está estresando.” ¿Y qué más da? No somos perfectos. Y eso me gusta. Pero al final te das cuenta de donde va la pieza. Al final acabará por encajar. Tal vez no donde tu pensabas, pero en algún sitio encajará. Me divierte. Definitely maybe.

¿Y si hay más de una? Una pieza que también encaje en ese cacho de lago. Que la pongas, y quede bien, que ni siquiera de des cuenta de que exactamente ese no es su lugar, de que exactamente no sea el mismo tono de azul, pero podrías serlo ¿por qué no? Y la pones. Y sigues tu vida. Sigues acabando el puzzle. Y se lo enseñas a tus amigos, a tus padres, lo que te ha costado acabarlo, pero finalmente lo bien que queda.

Y es justo ahí. En ese momento. Alguien, o tú, te das cuenta de que esa pieza no va ahí. Mierda. Bueno que más da, por miedo a que se rompa el resto de puzzle, a tener que volver a cambiar ciertas cosas lo dejo así, total… en la caja no se nota. O… Un segundo. Me he equivocado. Te sientas, y encuentras ese azul antipático que va ahí, el reflejo del cielo en el lago y lo pones en su sitio. El otro no era el suyo. Otra tarde perdida cambiando el puzzle. Otro "x" tiempo perdido con un alma no complementaria. Pensaréis. Error. Nunca un alma es un error. Es una lección. Aprender, me encanta aprender de la gente, de sus almas. Y no importa que no sea ella, ya te diré por qué. Aunque a otros si puede importarles. Por miedo. Total, en la caja no se ve. Sí, si se ve. Se ve la cobardía. Siéntate y cámbiala. Haz que todas las piezas encajen. Prefiero tirarme toda la vida haciendo el puto puzzle, que hacerlo deprisa y corriendo, porque no pienso guardarlo en la caja. Bajo el cielo. Respirar. Vivir. Sin prisas, sin pausas.

Respecto al sexo. ¿Tiene que ser tu opuesto? Lo complementario no tiene porque ser lo opuesto. Nota mental. Y esto lo enlazo con otra cuestión, ¿lo vamos amar? Amar, sí. En ese sentido. Sin ser metafórica. Quiero decir, ¿Tengo opción? ¿Las almas así tienes opción a no enamorarse? ¿Y un gay? Me preguntas. Su alma complementaria debería ser como él. ¿Lo es? ¿Y la tuya? Es ahí por eso del número. Y del género. ¿Entiendes?

Pero mira, yo creo que no. Bueno, o que sí. Que no tiene porque ser tu opuesto, tal vez tu alma complementaria sea un chico, o una chica, no importa tu sexo, ni tu sexualidad, porque las almas no tienen sexo, ¿recuerdas? Y por eso de que no tienen sexo, aunque sus si sus portadores, eso a ellas les da igual, ellas solo quieren complementarse. Por tanto, supongo que sí, que tu alma gemela -¿he dicho gemela?-, puede ser una amiga mía, o un amigo tuyo, la chica del metro, el chico de por las mañanas del bus, él , ella, tú, yo... Nunca lo vamos a saber. Hasta el final.

Aput, espero que te esté gustando, a todo esto.

Por tanto, podemos amarlos, o no. Entonces los gays, también tienen alma complementaria, claro que sí. ¿Quién lo ha dudado? Porque por mucho que la sociedad hoy en día parezca indicar lo contrario, no todo en esta vida se basa en el sexo. Y suponiendo que sea del sexo opuesto, supongo que no habría por qué amarla, simplemente puedes ser su compañero de viaje, tal vez, por mucho que la desee sepa que es mejor no meterse ahí. ¿Miedo de nuevo? Que sepa que es mi alma complementaria, lo se, pero ella puede amar a otra persona, no tenemos porque amar a nuestra pieza de puzzle en ese sentido, por mucho que Disney diga lo contrario, no tenemos por qué… A veces el corazón tiene cosas que la razón no entiende. Y menos mal. Tal vez yo la quiera conmigo, en ese sentido, tal vez ella a mí no, en ese sentido, tal vez ella ame a otra alma, simplemente por otras razones. Nadie dijo que nuestro destino sea nuestra alma gemela -¿Me ha salido otra vez? ¿He dicho destino? Podría usar la tecla de borrar-, nadie lo dijo, así que tenemos opción de elegir, y eso me gusta.

Otra alma por tanto puede complementarte, aunque yo sepa cual es la pieza que lleva el azul antipático concreto del reflejo del lago, de mi lago, otra puede encajar. Y hacernos igual de felices. De hecho, si miras a tu alrededor, yo lo hago, y veo a las parejas que me rodean, mis amigos, mis tíos, mis padres, incluso a mí, con las almas que en su momento y en su lugar me hicieron felices a mí, en ese sentido, los miro y me pregunto si ellos son las piezas complementarias, o si por el contrario están con el primero que pasó, por miedo, si están porque se aman, a pesar de no serlo, quizás lo sean y no lo saben. Quizás lo creen y no lo son. Es todo tan tragicómico. Ambiguo, Incierto.

¿Ves lo qué te decía? No se nada.

Pero en la mayoría de los casos, si están juntos será por qué son felices, porque nunca se cuestionaron esto, tal vez esa sea la clave, a veces saber estas cosas te hace más infeliz, porque sabes que la mayoría de los que te rodean todos los días en el autobús no gastan ese tiempo en el autobús en pensar cosas como éstas. Loca. Bendita ignorancia. Bendición y maldición a la vez. Si y no. Blanco y negro. Complementariedad.

Aunque, siendo lógicos, ¿Cómo no vas amarla? ¿Cómo no la vas a desearle al menos? ¿Cómo no vas a desear a alguien que te complementa de esa manera? ¿A alguien que de repente un día apareció, la ves pasar y dices…? ¿Qué dices? Maldita sea. No puedes elegirlo. Estas cosas no se eligen. Ojalá. Nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza. Pero creo recordar que he dicho que me gusta el error y la improvisación ¿no? Pues supongo que también me gustan los dolores de cabeza. No me malinterpretes. No soy masoquista. Pero me gusta la vida. Tal y como es. Con sus luces y sus sombras. Complementariedad. Al final me gusta no saber anda. Saberlo al final. Supongo que son muchos factores. Cada uno los suyos, todos válidos.

Pero lo importante, al menos para mí, es que quería decirlo.

Que si. Y que no. Grítame. Que no tiene porque ser de tu sexo opuesto, que por ello no vas a ser menos feliz con quién estés, que puede ser de tu mismo sexo y no amarla, porque si, porque no lo sientas, porque te hace feliz otro tipo de alma. Eso si, no te alejes mucho de la otra. Que puedes amarla, y ser correspondido, no hay que tener miedo, si es ella, no hay miedo, grítaselo. “So special”. Y ser muy feliz. Muy mucho, o no ser correspondida, que es lo normal, indeterminación indeterminada, y sufrir, al principio, pero darte cuenta de esto, tienes que llegar a entenderlo, asumirlo, puedes estar sin él, sin ella, en ese sentido.

Jummm, I´m loading. Y ser feliz con otros, ¿No lo has hecho antes? Pues eso. Aunque se que jode. Lo se. Maldita sea. Pero no hay que alejarse. Mirarla, de reojo. Siempre que puedas. Siempre que no me haga daño… Se me ha caido algo, que no roto. Dentro de mí. Grita. I´m not affraid. You neither.

Y este es el final. Podría seguir. Pero no quiero. Creo que por hoy ya me he labrado una bonita lápida donde pone "Loca". Que va. Esto no ha hecho más que comenzar. A gritos. A susurros. Que el final está muy lejos, y menos mal. Quiero seguir sin saber la respuesta, sin saber la verdad, solo tu verdad. Que no es la Verdad. Porque en estas cosas no la hay. Y en casi nada, la verdad. Quiero seguir haciendo mi puzzle, toda la vida, mirar a las piezas, sospechar que tu encajas. Mirar de reojo. Sospechar, sentir. Gritar.

¿Lo ves? Hablábamos de lo mismo.

Gemelas (con G de genios, o de gilipollas).

Complementarias (con C de capullos, o de cojonudos) .

Lo mismo. Diferentes. Joder. Iguales.

A.l.m.a.s

miércoles, 17 de febrero de 2010

Quiero ver arder Pagggís



Antes me he puesto ha buscar una foto concreta para un amigo en un álbum mío, sí, un álbum, de esos que aun guardan fotos de las de antes. De esas pequeñas, brillantes, que al cogerlas tenía que andarme con cuidado porque se quedaban las marcas de mis dedos, esas que por muy absurda que fuese la imagen, por ser así, le daba un halo de importancia. Ahora sigo haciendo las mismas fotos absurdas, pero ahora en mi ordenador, parecen aun más absurdas.

El caso es que, en ese mismo álbum, estaban las fotos de cuando fui a París. Me he visto el álbum entero. No me acuerdo cuantos años tendría. Puede que 15, puede que 16, no me acuerdo. Demasiado tierna.
Pero me acuerdo de lo importante, me acuerdo de París.

Siempre ha sido una ciudad que me ha gustado, supongo que era de esperar. Me acuerdo de aterrizar allí y solo oír el castañeo de mis dientes. El cielo estaba encapotado. Que no gris. Era una especie de azul antipático. Un azul que me gustó. Llovía. Supongo que era de esperar.

Recuerdo sus calles. Sacadas de algún cuadro. Casas parisinas. Preciosas. Silenciosas. Altas. De colores blancos, grises, negros y azules antipáticos.

Recuerdo sus cafés, estrechos, alargados. Con unas cuantas mesas, redondas -me gustan las mesas redondas- con 2 o 3 parisinos bebiendo café.
No me gusta el café. Pero me gusta su simbología.

Recuerdo el Sena. Lánguido. Indiferente, cruzando esa magnífica ciudad, siendo él por causa y efecto, también magnífico. Ni se inmutó cuando le tiré piedras. Ni le inmuta que miles de parejas se juren amor eterno en su lomo.
Me recuerdo mirando esas barcas llenas de promesas de vida, me recuerdo mirándolo con un sentimiento incierto, curiosidad pensaría aquella Sara. Envidia diría la Sara de hoy.
Ganas diría.

Recuerdo a la Gran Señora. A la Torre Eiffel. Lo que más recuerdo de ella es lo GRANDE que me pareció. Al igual que hace dos años vi la MonaLisa y me pareció -estoy hablando de tamaño- un poco decepcionante, siempre me había imaginado un cuadro medianamente grande, resulta que no, que es muy pequeña. Pero cautivadora.
Me gusta que las cosas no sean como yo creo que son. Aun conservo algo que la gente nunca debería perder, la facultad de dejarse sorprender por la vida. Sorpréndeme.

Recuerdo a los parisinos. Los recuerdo mirándome porque hablaba muy alto ¿Yo? Son silenciosos. Van por las calles hablando con sus compañeros, y yo quería seguir aprendiendo francés, pero no me lo ponían fácil hablando para el cuello de sus camisas. Lo curioso es que el otro le oía. Me recuerdo pensando que los españoles somos gritones y sordos. Me gustó el silencio de París. Me gustó sus susurros.

Recuerdo mirando a la gente. No son muy diferentes a nosotros. Quizás sonríen un poco menos. Quizás sea la cultura, que justo las personas que vi no tenían por qué sonreír, que sea por el tiempo, que sean tonterías mías.
Había franceses muy dandee, con sus sombreros y gabardinas esperaban a cruzar la calle, morenos sin sonreír pero sin perder una gota de belleza.
Había parisinas muy guapas con el pelo liso, largo rubio, mirada clara, como esculpidas en mármol. Supongo que para ellos lo normal, supongo que como cuando nosotros nos encontramos con gente del norte, también nos miran, cabelleras oscuras, onduladas, ojos oscuros y tez también.
Diversidad, que se dice. Me gusta esa palabra, diversidad.

Recuerdo la música. Había muchos músicos por la calle. De negro. Con gabardinas, de nuevo.Mas de uno. Juntos. Violines, chelos, pianos. Ensimismados. La magia de la música por supuesto. Me encantan los estuches de violines forrados de terciopelo negro abiertos en mitad de la calle. Cerrados conservan la música en silencio, abiertos esperan ansiosos un gracias.
Y cuando aun no he logrado quitarme la melodía, giras la calle y el viento te trae otra.
Unos metros más allá, otro estuche de terciopelo negro al que voy a darle las gracias.

Todo tan azul antipático, tan bohemio, tan magnífico, tan diverso, tan susurrante, tan... Pagggís. Me encanta.

Pero todo esto lo recuerdo patidifusamente.
Ahora tengo unas ganas infinitas de irme a París.
De dar a "comprar" a un billete de ida y vuelta por 60 euros. Se que no le voy a dar. Cobarde. Pero eso me hace desear aun con más ganas comprarlo... Lucha épica en mi interior.

Quiero volver a París.
Quiero ir con plena consciencia de mí.
Con mi cámara, con mi lienzo, con mi cuaderno, con mi música.
Quiero callejear y pintar a una anciana en los Campos Eliseos mientras da de comer a las palomas, españolas, seguro. O a una pareja de la mano caminando, susurrando, como siempre y titularlo "Con las ganas".
Quiero entrar en un café, pedirme uno a sabiendas que no me lo voy a beber, y sentarme a ver si pasa Amèlie. Robaré una Vespa. Verde.
Quiero escuchar Imagine de John Lennon mientras ando en bibicleta alquilada.
Quiero sentarme a escribir en frente del Louvre.
Quiero sentarme en todos los sitios, ninguno en concreto, y ver la gente pasar.
Quiero ver ponerse el Sol, y que la Torre Eiffel me interrumpa la visión.
Quiero ver arder París... Pagggís.

Inenarrable


Dejaré de pensarte
cuando un pintor ciego
pinte el sonido de un pétalo de rosa
cayendo sobre el suelo de cristal
de un castillo que no existe.

domingo, 7 de febrero de 2010

Anoche, sentada en la cocina, me SENTÍ el corazón literalmente


No se que hora serían.
Las 5 de la mañana más o menos. Que hambre tenía... Me levanté y sigilosa cual gato me fui directa a la cocina.

Abrí el frigorífico.
Sonreí agradecida por el frío que desprendía, tenía mucho calor. Calor y hambre. Me senté en las frías baldosas verdes de mi cocina, un escalofrío recorrió mi espalda, mis muslos no estaban preparados para tanto frío, y mientras me recogía los rizos en un moño improvisado, escrutaba todos los rincones del frigorífico en busca de algo que hiciese que mi tripa dejase de rugir. Últimamente no paro de comer. No es ninguna novedad.

Al fin las vi. Un plato grande lleno de anchoas al... jum... no me acuerdo "al que" las hace mi madre. El caso que están buenísimas. Me cogí el plato entero. Eran para comer hoy, pero bueno, por un par de ellas...
Me acomodé en el suelo, estiré mis piernas de manera que estuviesen por completo en contacto con el suelo e hiciesen de refrigerante para el resto de mi cuerpo; y empecé a comérmelas todas.

Y me descubrí maravillada no pensando en nada. Ni en exámenes, ni en esto, ni en lo otro, ni en tí, ni en él, ni en eso, ni en aquello. Y me encanta esa sensación.
Muchas veces trato de dejar la mente en blanco, pero es imposible. Mil cosas acaban tirando mi voluntad por la borda.

Pero anoche, ahí estaba yo. Sentada. Comiendo. Iluminada por nada más que alguna ocasional luz de un coche. Tranquila. Relajada. En blanco. Pero sobre todo quieta. En silencio. No se oía nada. Me gustó.
Tan solo oía el suavísimo roce de la anchoa con mis labios, el suavísimo roce de mi masticar.

No... había algo más. Mi corazón.

De repente dejé de comer. Me quede muy, muy quieta. Ni siquiera parpadeé. Y entonces me noté temblar.

Noté como mi cuerpo permanecía quieto por orden mía, pero como maravillosamente temblaba levemente por orden de mi corazón.

Fascinada me llevé la mano al pecho, justo donde mi corazón trabaja sin descanso, ignorado por mí. Y sentía su suave y rítmico bombeo, cada patada en mi pecho se traducía en un suave bamboleo, corto, de mi cuerpo. Me quedé estupefacta, ahí, en suelo de la cocina, sentada en esa postura, mucho rato.

Nunca me había sentido el corazón.

Esta noche volveré a las baldosas verdes de mi cocina, quiero repetir anchoas.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Poesía #1


"Y las pienso lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Y ahora quiero que digan lo que quiero decirte,
para que tú las oigas como quiero que me oigas."

Huye del espanto. Regálame una rosa.
Las gaviotas nocturnas picotean las
primeras estrellas que centellean mi
alma cuando te veo. Nerviosa.

La soledad está donde tu estás ausente.
El agua anda descalza por mis ojos presentes.

Hojas secas de otoño giraban en tu alma, y
sobre mi mente vino a posarse una mariposa
de incertidumbre y sombra.

Y las tengo cerca mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Y ahora quiero que oigas lo que quieren que oigas,
para que yo las diga como quieres que las diga.