Dicen que los mejores jardineros son los japoneses, por eso tiene los ojos rasgados, de mirar con mucha atención las hojas de sus árboles. Me gusta el cuidado y el amor con que cuidan esos increíbles jardines orientales de colores. nunca he estado en ninguno, pero cuando vaya a Japón lo pienso hacer, y ver de cerca esos preciosos árboles japoneses, los cuales, anclados en la tierra, parecen mirarnos con más sabiduría que nosotros a ellos.
Pero hubo un tiempo en que los árboles podían caminar. Que estaban floridos y rebosantes de hojas durante todo el año, viviendo una permanente Primavera. Los había de todos los tipos y colores, y los japoneses vivían en paz con ellos, cuidándolos.
Pero pasó el tiempo y algunos árboles de hoja dura se volvieron arrogantes y desafiaron al viento. Ellos estaban convencidos que ni la ventisca más fuerte podría tambalearlos, ni sus hojas arrancar. El viento aceptó el desafío.
Cundo llegó la hora, los árboles de hoja fina corrieron a refugiarse a la montaña, ese viento para ellos sería su fín. Y el huracán comenzó. Sopló como ningún japonés recordaba jamás. Los orgullosos árboles se vieron arrastrados por él. Perdieron todas sus hojas, y los que podían se aferraban a la tierra para no ser llevados.
Pero el viento y los árboles no pensaron en los demás.
Muchos animales se vieron envueltos en torbellinos de hojas, tierra y viento. Alejados. Perdidos. Pero en mayor o menor medida lograban esconderse o sujetarse a algoo.
Pero nadie pensó en los habitantes del cielo más delicados, las mariposas. Oleadas de ellas acababan chocando con cualquier cosa, incapaces de defenderse del viento huracanado. Los árboles de hoja fina que se habían resguardado en las montañas veían todo esto aterrorizados.
Al final, uno de ellos, no lo soportó más y salió de su escondite, no podía permitir que por esa absurda disputa fuesen a morir uno de los animales más bellos y delicados del Planeta. Corrió hacia ellas y las llamó. Era un árbol muy grande y habia espacio para todas. A los pocos segundos de exponerse al viento, el pobre árbol de hoja fina perdió todo su follaje, pero en ese momento solo le importaban las mariposas, que agradecidas, se aguarecieron en sus altas ramas y allí, juntos, aguantaron como puedoeron hasta que el viento cesó.
Después de aquello nada volvió a ser igual. Los árboles desafiantes habían perdido todas sus hojas y su capacidad de moverse, pues en mitad del huracán se vieron obligados a convertir sus pies en raíces y anclarse al suelo para no ser arrastrados. El viento, a pesar de haberles dado una lección de humildad, le pareció un precio muy alto vivir para siempre sin hojas, así que les dijo a los arrogantes árboles que para que no olvidaran nunca su desafío, a partir de ese momento, vivirían la mitad del año con hojas, pero en Otoño vendría a llevárselas y en Primavera a devolvérselas.
El viento se marchó.
Los árboles de hoja gruesa siguieron acomodándose a su nueva vida.
Pero en mitad de todos ellos nadie se había acordado del valiente árbol de hoja fina. Él si que las había perdido para siempre. Las mariposas le dieron las gracias muy felices de haber sobrevivido gracias a él, pero cuando remontaban todas el vuelo vieron como el largo y delicado árbol lloraba triste. Las mariposas conmovidas, volvieron y cada una, mezclando sus colores de forma perfecta, se fueron posando delicadamente en cada sitio donde antes hubo una hoja; mientras el Sol se ponía y lanzaba sus rayos naranjas a ese generoso acto.
Los japoneses vieron todo esto, como al final , ese árbol era el más bello que habían visto jamás, en medio de los demás. Le llamaron Ginkgo. Quedó cubierto de miles y miles de mariposas que aleteaban contentas. El árbol lloraba de felicidad y comenzó a crecer aún más.
Desde ese instante, las mariposas vivían felices en las ramas de su árbol salvador, se turnaban, de manera, que nunca estuviese solo.
Su amistad alcanzó un grado inimaginable, tanto que el árbol ya sentía suyas a sus pequeñas amigas y no echaba de menos a sus hojas, tanto que las mariposas ya no se imaginaban un lugar mejor para vivir.
Y una tarde cualquiera de Primavera como las de ahora, las mariposas, en un último voleteo se fundieron con el árbol y se convirtieron en hojas para siempre, para nunca separarse de él.
Aunque seas un árbol de hoja fina y la lucha parezca que no va contigo, no dejes que mueran las mariposas, ellas tienen aún menos culpa y necesitan de tus ramas. Puede que pierdas tus hojas, pero las ganarás a ellas.
O_O
ResponderEliminarSonrisa¡¡¡ que entrada tan bonita¡¡¡ las mariposas y el Ginkgo, una mezcla perfecta¡¡¡ las palabras coloreadas no podin ser otras¡¡¡¡ me ha encantado esta historieta, me gustan las metaforas y esta es una gran metafora en forma de cuento para niños, como el principito =)
PD: me hizo mucha gracia lo de :"¿quien imaginaria que un tio que viste como tu termine en un campo de rugby embarrado?"
jajjajajjajjajajajaja
insisto en que es una entrada magnifica ¡¡¡
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ResponderEliminarme encanta las mariposas y me encanta que a ti tb te encanten.
ResponderEliminarsabes? aunque me vaya y nos distanciemos ya hay un lazo y no quiero ni por asomo,que llegue a aflojarse.
pequeña mariposa aun nos qeda un gran camino por recorrer y me haría muy,pero que muy feliz que tu te qedases en él.
por tu sonrisa,por tus poesias,por ojos de gato,por esa cabeza llena de ilusiones,por ese alma..
de verdad,te quiero.
Princesa: no es lo que somos,es lo vamos a llegar a ser.
Tengo un premio en mi blog para ti, pásate cuando quieras para recogerlo! un abrazo :)
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