Ayer volví a montar en moto.
Hacía tanto tiempo que no sentía ese rugido entre mis piernas... casi desde cuando me iba con él y su moto de cross por el campo, a esos descampados, con ese maldito casco sin cristal, fueron buenas tardes aquellas, con la moto, no tan lejanas...
No recordaba lo mucho que me gustaba.
Lidia y yo habíamos quedado para "estudiar". Ni abrimos la mochila. Fuimos al Alcampo hacer la compra. Me dediqué a correr con el carrito los enormes pasillos, mientra Lidia decidía que embutido comprar. La perdí de vista. El carrito corría solo. Me choqué contra una papelera de esas de metal, resonó por todas partes el golpe entre la sección de panecillos y cereales, al segundo, la risa estruendosa de Lidia resonó por todo el pasillo.
*¿Sabíais que los carritos están hechos a posta así? Es decir, que es imposible llevarlos rectos, que se te desvían siempre hacia un lado, y eso es marketing. Hace que tengas que desviarte a los lados donde hay comida. Curioso. Ayer intenté resistirme a la desviación del marketing.
Es imposible.
Nunca más. Un carro lleno a cuestas. Hasta su casa. En bolsas de esas verdes enormes. Necesito un transplante de brazos. A Lidia le encanta el queso, está visto.
Organizamos la compra en su cocina, en silencio, en perfecta armonía. Pusimos música. La vestí, la peiné. Se maquilló. Me descalcé. Saqué mi cámara y me dispuse a retratarla. La iluminación era perfecta. Ha quedado perfecta. Me gusta atrapar la luz en el rostro de alguien.
Y ese Sol parecía acercarse para ayudarme. Cuando acabé estaba satisfecha, había quedado preciosa. Ella me hizo algunas fotos también.
No hay color. A ella se le da mejor estar frente a la cámara, a mí detrás. Está visto.
Sonaba Quique González de fondo. Bajo la lluvia. No se que tiene esa canción que me atrapa.
"Te vi bailar bajo la lluvia, saltando en un charco de estrellas, esperando a la luna llena... Volverás a reírte, de veras, si te quedas conmigo". Últimamente no paro de oírla.
Quería hacer fotos en el campo. En esas enormes extensiones de hierba verde con flores amarillas altas que crecen ahora por todos los lados. Lidia propuso ir en moto. A mí se me iluminó la cara. No teníamos carnet. Ni miedo. Nos daba igual.
Se me acabó la batería de la cámara. Las dos. Mierda. Las dejamos cargando con la casa patas arriba. Bajamos corriendo a por la moto.
Lidia iba vestida con unas sandalias de verano, un vestido de gasa verde corto y una rebeca marrón. Y el casco en una mano. Yo llevaba el casco, unas converse, un vestido de lino blanco corto de tirantes y una chaqueta. No nos dimos cuenta.
Sacamos la moto a la calle. Estuvimos 20 minutos intentando arrancarla. Ella no podía con sus sandalias. Me puse yo. Nada. Hacía mucho que no se cogía. Lo seguí intentando hasta que pasó una familia. El padre se nos acercó y nos ayudó. La estábamos ahogando al dar al acelerador cuando arrancábamos. Vaya tontas. Arrancó.
Ese sonido hizo palpitar nuestra ansia de adrenalina. Ya estaba anocheciendo, el cielo estaba naranja. No subimos a por la cámara. No subimos a ponernos algo menos fresco. Ahora solo nos importaba la moto. Nos montamos. Nos pusimos los cascos. Y los guantes de cuero.
Ahora si que había que usar el acelerador.
Nos tiramos a la carretera.
Y salimos al atardecer de su zona residencial.
Apreté los muslos contra la moto, la vibración de la adrenalina. Me veía por el retrovisor con todo el pelo en la cara. Gritamos enfurecidas. Canté, Born To Be Wild (como en Easy Rider, magnífica película, algún día tendré una Harley-Davidson).
Aceleramos aun más cuando salimos a la carretera.
Las laderas de flores amarillas pasaban a toda pastilla a nuestro lado. El viento parecía echarnos una carrera en sentido contrario.
Entonces fuimos conscientes que no se puede ir con esas pintas en moto. De casualidad llevábamos chaqueta. El vestido se nos había subido hasta... Lidia no paraba de gritar que todo Madrid iba a saber del color de su ropa interior. Yo no paraba de reírme. Tenía mis dos piernas con la piel de gallina, el vestido había desaparecido de allí. No podía tapar a Lidia, con la moto, taparme a mí...
Parecíamos Marylin Monroe con su vestido.
Empezamos a reírnos histéricas.
Veíamos como la gente en sus coches nos miraba entre divertidos y sorprendidos.
Pero nos daba igual. Era una sensación de absoluta libertad. Dejamos de preocuparnos por eso, que la moto corriese, que el viento jugase con nosotras.
No importaba nada en ese momento, NO había nada como correr esa noche, sentir la velocidad, el rugido del motor debajo de ti, el viento por cada rincón de nuestra piel desnuda, tu voz perdida en la noche...
1ºfoto: Yo en la cross de Diego, por Diego.
2ªfoto: Yo por Lidia.
3ªfoto: Lidia por mí.
4ªfoto: Lidia y el Sol por mí.
5ªfoto: Yo y la luz.
6ªfoto: Lidia barroca (jajaja)
7ªfoto: Yo hippie
8ªfoto: esas flores amarillas que digo
9ªfoto: Marilyn por... no lo se.
10ªfoto: Telma y Louis.
TU Y YO IGUALITAS QUE TELMA Y LOUIS
jajajajajaj!!!estas como una puta cabra pequeñaaa!!me gusta el resumen de toda esa tarde...no se te olvida nada...creo...=)
ResponderEliminarcuando repetimos??
xcierto...te quiero...aunque te caigas x las escaleras, y te des golpes constantemente
ya me he puesto al dia¡¡¡¡¡
ResponderEliminarme has hecho sonreir, me has hehco reirme por dentro (porque estoy en la biblio de geo), me has hecho hasta imaginarme la escenita de la moto¡¡¡
jjajajjajjaja
hasta sentir envidia¡¡¡ jajajjaja
que divertido Sonrisa, QUE DIVERTIDO¡¡¡¡
y me quedo con:El viento parecía echarnos una carrera en sentido contrario.
magnifica entrada =)
Me hizo gracia cuando dijiste lo de los carritos del super.Te curras cada entrada bastante bien,
ResponderEliminarPero has cambiado de banda sonora!!! cómo se llamaba la canción anterior?